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Érase una vez en el reino de Canchunchú

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enrisanti
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12 days agoSteemit2 min read

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Fuente

En el reino de Canchunchú había un rey al que le agradaba rodearse de hombres sabios, porque consideraba que el conocimiento de altura era la llave para mantenerse en el poder por los siglos de los siglos, tanto él como sus descendientes. Eso sí, a todo aquel hombre sabio que lograba formar parte del séquito de asesores o consejeros, le ponían como condición obligante la castración inmediata, debido a que este rey, a quien llamaban Perganmanato Burricarpio I, no le gustaba para nada que ningún otro sujeto le mirara o le tocara a alguna de sus 10 atractivas esposas.

Y fue a causa de los celos terribles de este monarca que murieron decenas y decenas de sujetos ingenuos que alguna vez les hicieron ojitos a aquellas hermosas mujeres.

La sentencia de muerte era atroz: Se invitaba a todos los habitantes de la ciudad a la plaza ubicada frente al palacio y ejecutaban al condenado colgándole de una mata de mango que había por allí. De modo que muchas personas comían mangos en vez de cotufas mientras contemplaban aquel acto funesto.

Y debido al terror que infundía la pena de muerte, los habitantes de Canchunchú se comportaban como borregos, porque no se trataba solamente de que allí era prohibido pelarles los dientes a las esposas del rey, sino que cualquier señal de conspiración contra el reino se pagaba con el pellejo.

En la periferia de aquel reino de injusticias había un hombre llamado Chelo, quien nació con una habilidad extraordinaria para las matemáticas, pues era capaz de sacar en cosa de segundos la raíz cúbica de cifras grandes, con decimales y todo eso, y además se aprendió de memoria todos los números de Cantv de la nación. La fama de Chelo se extendió por aquella comarca y la noticia llegó a oídos del gobernador, quien, para ganar puntos con el rey, se interesó en que Chelo fuera a su casa para hacerle una entrevista.

Pero, obviamente, a Chelo se le hizo sospechoso aquel llamado del gobernador y de la grima que le dio se llevó las manos hacia abajo, como los futbolistas cuando se cubren los testículos y dijo: “Sí, Lulú. Mañana voy”.

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Dibujo del autor editado en Pixlr

Invitación: @mariami, @alanasteemit, @gemamedina

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