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Regalos de noche buena / Las niñas no tienen la culpa

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enrisanti
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3 days agoSteemit3 min read

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PRIMERA PARTE

Abraham está terminando un viaje de negocios, se encuentra en Colombia. Luego de diversas dificultades y un par de días de retraso, logra concretar positivamente su objetivo, ahora tiene que retornar a casa, en Caracas, Venezuela. Al llegar al aeropuerto de Bogotá se lleva la sorpresa de que su pasaje tenía fecha de regreso para el 21 de diciembre, pero era 23 y eran las 6 de la tarde. Le informan que todos los vuelos están llenos y que no hay cupos sino hasta el 28 en la mañana. Al escuchar esto, Abraham le dice a la recepcionista de la aerolínea que por favor haga lo posible por incluirlo en cualquier vuelo pero debe estar en casa más tardar a las 6 de la tarde del 24, ya que le lleva el regalo a sus pequeñas hijas. La azafata le dice que aunque quisiera ayudarlo no era posible, todos los vuelos estaban llenos.

Abraham no es hombre de aceptar un no, y menos en esa situación, le dice que no importa el monto, el estaba dispuesto a pagar lo que sea, pero no hubo resultados. Trató de hablar con otros pasajeros y ofrecerles cambiar boleto y a cambio le pagaría muy bien, pero ninguno quiso perder su vuelo. En eso suena el teléfono, era su esposa que le preguntaba dónde estaba, detrás de ella se escuchaban las niñas saludando a su papá.

SEGUNDA PARTE

Pero esa fue la versión de Abrahan, la misma que le contó de cabo a rabo a su señora esposa a través del teléfono, y al final del relato, la mujer le preguntó:

-¿Terminaste con el cuentico?

-Te aseguro que esa es la verdad y que en estos momentos me encuentro en pleno aeropuerto internacional de la capital de Colombia.

Mientras el hombre le hablaba a la esposa, al fondo se escuchó la voz de un vendedor ambulante: “¡Agua de coco, jugo de parchita y de lechoza a mitad de precio, señores!”

-Mira, mamerto, tú no estás para nada en Bogotá. No es necesario que me metas embustes. Ya me informaron que te encuentras en Choroní junto a una loca que llaman la Cochocha, bastante famosa por dejar en la ruina a los hombres casados.

-Pero, mi amor. ¿Quién te fue con esa calumnia? Lo más seguro es que hay gente que te tiene envidia y nos quieren ver separados. ¿Cuál Choroní, mujer? Ojalá y estuviera yo por allá echándome aire en los cachetes a la orilla de la playa.

En eso se escuchó otro vendedor ambulante que gritaba: “¡Rompecolchón con limón, cómase un rompecolchón con limón y haga feliz a su pareja! ¡No gaste más plata en pastillas costosas! ¡Cómase dos unidades por un dólar! ¡Aproveche la oferta!”

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-Ay, Abrancito Montiel Aguirre, ¿y ahora venden rompecolchón en los aeropuertos? Es más, creo que los colombianos le llaman papaya a la lechoza. ¿A quién pretendes engañar? Te pareces a ciertos políticos que conozco y por eso no es casualidad que trabajes para algunos de ellos en sus oscuras actividades.

-Bueno, mi amor…

-No me llames más “mi amor”, estúpido. Ya me cansé de ti y ahorita lo que más quiero es el divorcio.

-Pero, María Cristina, por favor, al menos déjame llegar a casa el día de mañana para entregarles los regalos de navidad a las niñas. A final de cuentas, ellas no tienen la culpa de todas las locuras que comete su padre.

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