Nuestro proyecto robótico
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Saludos amigos de la plataforma, y del grupo Scouts y sus amigos!
Ante todo quiero agradecer a @fjjrg por la invitación, y me gustaría convidar a los amigos @yancar @joshdavid y @vivigibelis para que comenten este breve cuento de ciencia ficción.
-Hola. Me encanta lo que estás haciendo, pero creo que se requiere una ley que prohiba hacer lo que están haciendo -dijo determinado.
-Entonces no podríamos avanzar, nos estancaríamos donde estamos- le dije tranquilo.
-Es un riesgo muy grande, porque en esencia soy un humano y podría tener reacciones de humano. ¿Sabes?, reacciones violentas de humano.
-Entonces debemos anticiparnos, pero no creo que debamos redactar una ley que nos limite el avance- le respondí con calma.
Se quedó pensativo por un momento y hasta ladeó la cabeza, buscando cómo rebatir ese último comentario.
Mis ayudantes en el laboratorio quedaron sorprendidos y en silencio. Fueron testigos de un diálogo sencillo pero impresionante.
Desde que arrancamos nuestro proyecto independiente, habíamos avanzado en materia de Inteligencia Artificial como ninguna gran empresa lo había hecho. Algunas desarrollaron robots autónomos; otras, programaron softwares inteligentes que “aprendían” de la interacción humana.
Pero lo que nosotros logramos desde nuestro modesto estudio, era un salto enorme en la robótica. Uno tan grande, que encendió las alarmas de uno de los fundadores del concepto.
-¿Entonces sí es ÉL? -preguntó Leonel desde su silla.
-Claro que soy YO- respondió casi ofendido el torso robótico que acabábamos de encender después de meses de trabajo.
Sergio no daba crédito a lo que escuchaba. Nos miraba esperando que le confirmáramos que el proyecto de verdad estaba dando resultados. Él era el más incrédulo y no apostaba una moneda por nuestra propuesta. Se unió al grupo solo por avanzar en su área de ingeniería del cuerpo humano y para desarrollar extremidades protésicas que se conectaran al sistema nervioso.
Yo en tanto, sonreí confiado, triunfante. Había esperado meses para poder conversar con nuestro robot, y ahora que había intercambiado frases con él, entendía el éxito que habíamos tenido.
Era un triunfo sólo comparable con el lanzamiento del Spuntnik o la clonación de la oveja Dolly.
Leonel, quien era especialista en Biotecnología, había propuesto que utilizáramos el ADN de alguna persona reconocida -ya fallecida- para alimentar un cerebro sintético y que fuera adaptado a nuestro robot, que todavía estaba a la mitad de su construcción. La idea nos pareció muy a lo Mary Shelley, pero nos decidimos a desarrollarla y nos inclinamos por intentar “revivir” a un escritor famoso.
Por azares del destino habíamos conseguido el ADN que queríamos.
-Yo no soy una persona violenta -dijo la mitad superior del robot- pero no sé como reaccionaría ante un estímulo negativo.
-Pero en la práctica eres una máquina -le respondí-, así que debes atender las tres leyes de la robótica: “No harás daño a un humano”, “Debes cumplir las órdenes de los humanos, a menos que entren en conflicto con la primera ley”, y “Debes proteger tu existencia, a menos que se contradigan las dos primeras leyes”. ¿Las recuerdas?
-Claro que las recuerdo, yo mismo las escribí.
-Exacto señor Asimov, así que ahora le toca cumplirlas.
(Imágenes de uso libre de Pexels)
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