Decidí que era el momento perfecto para un cambio de look. Había estado pensando en teñirme el cabello, y después de muchas noches de reflexión, me decidí por unas mellitas moradas.
Mientras mi amiga mezclaba los tintes, comenzamos a recordar anécdotas de nuestra infancia. Desde aquellas veces que intentamos hacer experimentos con el cabello en casa (recuerdo un episodio desastroso con un tinte azul) hasta las veces que nos reímos hasta llorar en las fiestas de cumpleaños.
Después de un rato, llegó el momento de enjuagar el tinte.
Finalmente, cuando vi el resultado en el espejo, no podía creerlo. Salimos del salón riendo y hablando sobre cómo íbamos a mostrar mi nuevo look al mundo.
Esa tarde, mientras caminábamos bajo el atardecer, supe que no solo había cambiado mi cabello, sino también había creado nuevos recuerdos con una amiga especial. Y así, con el viento jugando con mis mellitas moradas, supe que ese día sería uno que siempre recordaría con una sonrisa.