Comenzando el año 2019 se marcharon hacia Argentina nuestra hija con sus dos hijos, quienes son hasta ahora nuestros dos únicos nietos. Su esposo, el padre de los dos pequeños, se había ido el año anterior y en cuanto consiguió un empleo comenzó a realizar las gestiones para que viajaran a acompañarlo en aquellas lejanas tierras. Eran unos planes que ya conocíamos, estábamos conscientes de que eso ocurriría en cualquier momento; sin embargo, cuando llega el día de la verdad, siempre nos queda un vacío en el alma, es inevitable sentir cómo el corazón se arruga y solloza silencioso su pesar.
Cuando el padre de los niños emigró, ellos se quedaron viviendo en nuestra casa; de manera que los abuelos, mi esposa y yo, los teníamos allí cerquita para complacerlos en todo, para cuidarlos, para jugar lo que se les ocurriese, para llevarlos a pasear y para compartir esa tierna complicidad que solo los nietos son capaces de propiciar con sus ingenuas y divertidas ocurrencias. Fueron tiempos en que aproveché al máximo mi pasión por los dibujos animados, tiempos de escuchar canciones infantiles, de inventar cuentos fantásticos, de confeccionar vestidos para las muñecas de la niña, Lucía, de entablar con Diego, el varón, unas interesantes conversaciones en ese lenguaje tan suyo que solo nosotros dos lo entendíamos y de una larga lista de actividades que jamás nos dio oportunidad para el aburrimiento.
Por todo ello, desde el primer momento en que no estuvieron en nuestro hogar, se hizo evidente que nos hacían falta sus voces y sus gritos desde las primeras horas de la mañana, su incansable disposición para mantenernos siempre ocupados en algo. Esa ausencia, en mi caso, se traducía en una silenciosa inquietud que, tal como ha sido siempre mi costumbre, la expresaba a través de la escritura. Debido a que ya solo podía comunicarme con ellos a través del teléfono móvil, y por medio de este llegaban también innumerables fotos y videos, expresaba en versos, sobre todo, mi angustia: Cuántos megabits necesita el corazón para descargar tanta ausencia. Yo no quiero ser abuelo de una pantalla, quiero a mis nietos aquí, para abrazarlos, para que me mantengan ocupado con sus locuras. Cien mil megapíxeles no se comparan con la resolución de su presencia…
Un día cualquiera, sin embargo, caí en cuenta de que con esa actitud nada iba a remediar. Esa desazón en mi alma solo dificultaba la buena disposición que debía demostrar en los momentos en que nos comunicábamos. Mis nietos, al igual que sus padres, estaban adaptándose muy bien, por fortuna, a una nueva realidad, por lo tanto, desde este lado del mundo, yo debía limitarme a demostrarles mi alegría y mi complacencia por sus triunfos o mi comprensión y solidaridad ante sus adversidades. Siempre me asaltarán las ganas de tenerlos conmigo, pero no podía permitir que este sentimiento inundara por completo mi espíritu para poder regocijarme a plenitud por todo cuanto hagan mis nietos, para que la distancia no se interponga en nuestra amorosa cercanía y disfrutemos sin limitaciones de nuestros virtuales encuentros.
Invito a los amigos:
@aplausos,
@karenis y
@zulbahri
Notas:
Las imágenes de portada pertenecientes al autor: la de los niños fue tomada con con una cámara Sony, modelo: DSC-W180; la otra con el teléfono móvil, modelo: Samsung SM-A135M, y la bandera fue extraída de Pixabay.
Las que se encuentran en el cuerpo de la publicación fueron enviadas por Whatsapp desde Argentina.