Concurso | Momento retrospectivo: comparte una historia memorable de la infancia
10 comments
Imagen propia/ F
No podríamos decir jamás que pasábamos hambre o que las carencias económicas nos atormentaban la existencia, debido a que nuestra santa madre trabajaba de manera incansable para que eso no sucediera; pero éramos pobres, no había dinero en nuestro hogar sino para solventar las más básicas necesidades; sin embargo, no nos dejábamos amilanar por la adversidad. Durante el mes de diciembre, por ejemplo, nunca nos faltaban las comidas tradicionales de la época navideña, la ropa nueva y las modestas celebraciones que acompañábamos indefectiblemente con música y canciones.
Sin mucho dinero/ F
Hubo, no obstante, un final de año en que la situación financiera de la familia, al parecer, atravesaba una severa crisis. No podía yo en aquellos momentos, debido a mi corta edad, evaluar con exactitud la magnitud del problema, pero recuerdo a mi mamá comentando, con mucho pesar, que a los hijos más grandes probablemente no podría comprarles juguetes ni ropa para esos días especiales y que estaba administrando con implacable rigurosidad el dinero para poder disfrutar de alguno de nuestros emblemáticos platos navideños.
De todas maneras, sin importar lo difícil que fuesen las circunstancias, tanto mis hermanos como yo siempre andábamos interpretando, acompañados con instrumentos que fabricábamos nosotros mismos, las melodías populares conocidas y las que brotaban de nuestra propia inspiración, las que creábamos siguiendo, sobre todo, los esquemas folclóricos de los cantos tradicionales de nuestro pueblo. Hoy en día estoy convencido de que esa disposición para la alegría y el empeño de componer canciones, nos permitían olvidarnos de la pobreza.
Niño tocando y cantando/ F
En uno de esos días cercanos a la navidad de aquel año económicamente complejo, que me encontraba frente a mi casa tocando un cuatro (el instrumento musical venezolano por excelencia) y entonando unas melodías navideñas, pasó por allí un señor elegante al que ya antes había visto varias veces comprándole unos sacos de maíz a un vecino, quien sembraba y comercializaba estos granos. El hombre alto y bien plantado se paró frente a mí, sonrió, movió la cabeza afirmativamente y continuó su camino.
Media hora después, venía de regreso y se detuvo nuevamente a escucharme, dando evidentes muestras de que disfrutaba lo que yo estaba cantando. "Qué bueno, dijo de repente, se parecen a las canciones que mi papá cantaba en diciembre"; y a continuación sacó un billete de 100 bolívares y lo introdujo en el bolsillo de mi camisa. "Te lo ganaste, muchacho", exclamó a modo de despedida y se marchó.
No lo podía creer, en aquel entonces, con esa cantidad de dinero podían comprarse muchísimas cosas. Emocionado, fui a enseñarle el billete a mi mamá, quien después de mil preguntas sobre su procedencia, también manifestó su dicha y su gratitud por aquel milagro del cielo. El gesto providencial de un señor que evocó a su padre a través de lo que yo cantaba nos permitió disfrutar a plenitud esas navidades; además de que me ofreció un motivo para andar orgulloso durante todos esos días y una historia que siempre contaré.
Invito a los amigos:
@genomil,
@senehasa y
@alanasteemit
Nota: La imagen perteneciente al autor fue tomada con la cámara del teléfono móvil, modelo: Samsung SM-A135M.
Comments